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Francisco en el Vía Crucis de la JMJ: Hay que correr el riesgo de amar

Uno de los momentos más emotivos de la Jornada Mundial de la Juventud: los jóvenes de todas partes buscan contagiarse por la dimensión de este Amor totalmente generoso, tan entregado que llega hasta dar la vida por la vida de los demás.
 

Sebastián Sansón – Vatican News

Caminar con Jesús: es lo que hicieron los más de 800.000 peregrinos de la JMJ Lisboa 2023 que participaron del Via Crucis en el Parque Eduardo VII este viernes 4 de agosto.

En su discurso improvisado, pronunciado antes del rito, el Pontífice resaltó el concepto de “camino” con Jesús y recordó que el Señor, cuando estuvo entre nosotros, caminó, “curando a los enfermos, atendiendo a los pobres, haciendo justicia, caminó predicando, enseñándonos”. “Jesús camina, pero el camino que más está grabado en nuestro corazón es el camino del Calvario, el camino de la Cruz”, añadió el Papa.

Los temas en la meditación, que tocan las heridas de la humanidad, son la soledad, los abusos, la guerra y la casa común. (Vatican Media)

“El camino de Jesús es Dios que sale de sí mismo, sale de sí mismo para caminar entre nosotros”, dijo el Santo Padre, quien meditó sobre el versículo “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (cf. Jn. 1, 14).

 

Jesús empieza este Camino por mí

El Sucesor de Pedro acotó que “la Cruz que acompaña cada Jornada Mundial de la Juventud es el ícono, es la figura de este camino”. Y prosiguió su alocución afirmando:

“La Cruz es el sentido más grande del amor más grande, ese amor con que Jesús quiere abrazar nuestra vida. ¿Nuestra? Sí, pero la tuya, la tuya, la tuya, la de cada uno de nosotros. Jesús camina por mí. Lo tenemos que decir todos. Jesús empieza este camino por mí, para dar su vida por mí. Y nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos, el que da la vida por los demás. No se olviden esto. Nadie tiene más amor que el que da la vida, y esto lo enseñó Jesús. Por eso, cuando miramos el Crucificado, que es tan doloroso, una cosa tan dura, vemos la belleza del amor que da su vida por cada uno de nosotros”.

Abramos ventanas del alma

Posteriormente, el Papa citó la frase de una persona “muy creyente” que le tocó el corazón: “Señor, por tu inefable agonía, puedo creer en el amor”. Francisco insistió en que Jesús camina, pero espera nuestra compañía, espera abrir ventanas del alma de cada uno de nosotros. En este sentido, Bergoglio clamó: “¡Qué feas son las almas cerradas, que siembran para adentro, sonríen para adentro! No tienen sentido”.

“Jesús camina y espera con su amor, espera con su ternura, darnos consuelo, enjugar nuestra alma”.

Tras el rezo del Vía Crucis, el Papa impartió la bendición a todos los jóvenes. (Vatican Media)

Llorar con Cristo

El Pontífice propuso a los jóvenes que cada uno se respondiera a sí mismo las siguientes preguntas: “¿Yo lloro de vez en cuando? ¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar?”.

“Todos en la vida hemos llorado, y lloramos todavía. Y ahí está Jesús con nosotros, Él llora con nosotros, porque nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto”.

Francisco invitó a los jóvenes a realizar un momento de silencio para que los chicos le dijeran a Jesús por qué lloran en la vida. 

“Esta es la juventud del Papa”, aclamaban en coro los peregrinos mientras el Papa recorría las calles aledañas al Parque Eduardo VII. (Vatican Media)

El riesgo de amar 

Por último, puntualizó que Jesús, con su ternura, enjuga nuestras lágrimas escondidas:

“Jesús espera colmar, con su cercanía, nuestra soledad. ¡Qué tristes son los momentos de soledad! Él está ahí, Él quiere colmar esa soledad. Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi miedo, esos miedos oscuros los quiere colmar con su consolación, y Él espera a empujarnos, a abrazar el riesgo de amar. Porque ustedes lo saben, lo saben mejor que yo: amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar. Es un riesgo, pero vale la pena correrlo, y Él nos acompaña en esto. Siempre nos acompaña. Siempre camina. Siempre, a lo largo de la vida, está junto a nosotros”.

Y en un segundo y último momento de introspección, el Obispo de Roma animó a los asistentes a pensar en el propio sufrimiento, en la propia miseria, en las propias ansiedades, sin tener miedo, pero sin perder de vista las ganas de que el alma vuelva a sonreír.

“Y Jesús camina a la Cruz, muere en la Cruz para que nuestra alma pueda sonreír. Amén”, finalizó.

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